hace mucho, muchísimo tiempo, una pequeña luz en medio de la solitaria e inhóspita noche digital, llamó la atención de una ancestral criatura, un ermitaño vagabundo al k todos conocían por el nombre de Frorik.
Se trataba en realidad de un Kodama, un espíritu del bosque k como había hecho incontables veces antes, vagaba sin rumbo por la penumbra de la foresta, yendo de un extremo a otro del Gran bosque sin un rumbo definido, allá donde su afinado sentido de la naturaleza le llevase.
En su trasiego diario, desmenuzaba los trocos demasiado secos, limpiaba el lecho de tierra eliminando las impurezas, alertaba a los incautos y rezagados habitantes del bosque, y en ocasiones, recogía las almas de los niños perdidos en el bosque y las llevaba al interior del Gran árbol Meku, donde nunca más habrían de pasar miedo, y donde habrian de renacer con nuevas y hermosas formas para integrarse en la naturaleza y pasar a formar parte del milenario Bosque Eikyumori .
Y sobre todas las cosas , sanaba , pues todas eran su cometido, y de entre todas ellas, sanar a las criaturas del bosque y a sus semejantes los arboles, era el más importante.
Sin embargo, cuando su laborioso menester como guardián del bosque se lo permitía, en aquellos efímeras momentos de recogimiento, dos cosas le consumían el tiempo, dos cosas k en realidad eran una sola.
Le gustaba Visitar los añorados rincones de su niñez y juventud, parajes perdidos tiempo ha en los confines de la memoria, y enterrados por el implacable devenir del paso de las eras.
En sus sempiternas guardias nocturnas, visitaba a las Ninfas, Náyades, Ondinas ,y todas las Hespérides del Bosque de la noche, k en el ocaso ,traviesas, salían a jugar y correteaban entre los riachuelos y las fuentes. Allí se sentaba y las contemplaba, hasta k los primeros rayos del alba se empezaban a filtrar entre las hojas de los árboles. Pues eso le complacía en grado sumo, ya k Frorik era el espíritu de la noche del bosque, y el día con todas sus maravillosas criaturas y colores le estaban vedadas. De modo k cuando los primeros rayos del dia lo alcanzaban, su piel se endurecía como la corteza de sus hermanos, y un profundo y dulce sueño lo gobernaba, pero él, abnegado en su perpetuo deseo de una aurora inmortal, nunca llegaba a dormir, pues codiciaba la hermosura del día , su luz ,su calidez, y vivía en constante lucha contra Morfeo , empatando cada día en un inquietante y fatigoso duermevela, donde Frorik podía percibír su entorno, pero al mismo tiempo no podía gobernarlo, convirtiéndose así en un actor pasivo de una representación onírica, distante.
Pero no nos desviemos, como digo, aquella noche algo distinto ocurrio en la perenne monotonía de sus guardias, y el huraño espirito del bosque vislumbro a lo lejos aquella luz k titilaba, brillaba exultante, como un farol colgando bajo la bóveda forestal. ora se encendía, ora apagaba, creciendo a intervalos, y con cada parpadeo la chispa bailaba inconstante, trazando caprichosas figuras en el horizonte.
Con una cadencia seductora, el pulso k emanaba de la luz, lo llamaba y lo conducía inexorablemente hacia ella. Dió un paso , pesada y lentamente, luego otro, y de repente se encontró a si mismo en una irrefrenable travesía en pos de la misteriosa luminaria, su cuerpo obedecía ya a su propia voluntad secreta y su mente hervía en un frenesí, enfocado rabiosamente en aquella obsesiva utopía. Frorik anhelaba aquel farol maravilloso, y todas las prodigios k escondía.
La noche paso y dio paso al día, pero cuando la oscuridad volvió y la luna completo su viaje mas allá del horizonte, Frorik volvió a vislumbrar la luz, y una vez mas, prosiguió su exhaltado viaje.
Los días transcurrieron, y las noches se sucedieron entre crujir de ramas y suspirar de almas.
En el camino se encontró con otros seres del bosque, y a todos ellos preguntaba por la extraña luz, y conversaban y reían, pero también suspiraban por la promesa de un anhelo inalcanzable.
A medida k se acercaba a la luz, pudo distinguir el chisporroteo de las lenguas de fuego, el crepitar de ramas secas, amortiguadas, difusas como el haz de luz rebelde k se filtra a traves de un Tul...
...por momentos su inquietud creció, pues temió por sus semejantes y sus amigos: néctar de su savia, corteza de su cascara. Pero entonces, la luz volvía a relampaguear, y una inefable sensación de paz arrastraba con ella todos los malos pensamientos.
Mas tarde le llego el olor a humo y cenizas, y otros de fermentación, y perfumenes k nunca antes había conocido, y mucho mas tarde aun, pudo también distinguir una lejana algarabía, como un bullicio distante, k evocaba rumor de risas y susurrar de chanzas, e infirió al fin k se trataba de una reunión , una reunión alrededor de una hoguera.
Podría al observador ocasional parecernos extraño k el bueno de Frorik no hubiese oído antes el bullicio de la reunión, y aun mas k no hubiese visto a sus integrantes danzando y cantando alrededor de la hoguera, pero no así al viejo Kodama, pues sus sentidos no son como como puedan ser los nuestros, su percepción de este mundo se rige por normas muy diferentes, y no muchas cosas guardan en común. Su piel era dura como el acero, y seca como la corteza del un árbol viejo, y a cada paso sus articulaciones crujían y rechinaban como los goznes oxidados de una cancela averiada. Sus oídos eran las hojas y los frutos y las semillas de las flores, y su olfato, penetraba en las entrañas de la tierra y horadaba las profundidades del bosque.
Sus ojos asemejaban cuencas vacías, y apenas una capa de rocío los velaba, confiriéndoles la apariencia de unos vidrios gastados. Y si uno se fijaba con atención, tal vez en su fondo, podría percibir un punto verde, lejano, una ventana al pasado k antaño habia sido pupila, y desde donde el viejo ermitaño se había regocijado con el mundo, antes de apagarse para siempre, después de derramar sus ultimas lagrimas... pero esas es otra historia,una k tal vez nunca os cuente otro dia.
Cuando por fin llego al lindero del claro, se detuvo y quedo perplejo por lo k allí descubrió.
En milenios de años de existencia nunca había visto algo parecido, pues en su mundo siempre reinaba la mas absoluta oscuridad.
Entorno sus gastados ojos pensando k todo había sido un espejismo, k al fin el cansancio le había jugado una mala pasada, y vencido por el sueño había permanecido dormido durante años, sin saberlo, y en sus sueños había viajado al confín de sus anhelos.
Pero cuando los abrió nuevamente todo seguía allí.
La hoguera brillaba con un fulgor ígneo, y pequeñas briznas de ceniza incandescente crepitaban y le caian sobre el rostro, de tal modo, k casi podía percibir el calor k emanaban.
Entonces Frorik, por primera vez en muchos años intento llorar, y como tantas veces antes, termino sonriendo, una sonrisa triste acompañada de un suspiro saciado y hastiado de la vida, ya que desde tiempos remotos, el espíritu del Bosque , ya no podía llorar, su pozo de las lagrimas estaba ya vacío, pues largo tiempo había llorado por los suyos en el pasado, y ya no quedaba en el mundo consuelo para el.
Incluso cuando reía en los buenos momentos su felicidad no era plena, y ningún llanto en el mundo abierto podía igualar la tristeza de sus ojos negros.
Durante meses y meses se contento contemplando la hoguera y los increíbles criaturas k la frecuentaban.
En medio de la pira descubrió un palo de madera verde k dominaba el claro, y le sorprendió sobremanera, pues aunk ardía con intensidad nunca se consumía. El Mástil estaba coronado por un penacho de colas de zorro, nueve pudieron contar sus cansados sentidos.
Alrededor de la lumbre se encontró con muchas cosas: Enanos trabajadores afanados en sus tareas, Gnomos recelosos k se escondían tras los arbustos, , Hadas traviesas k danzaban y dibujaban piruetas en el aire, Elfos eruditos k disertaban y recitaban, hombres alegres y soñadores, e incluso pequeños y revoltosos Troles, pero no de los k dan miedo, sino de lo del tipo entrañable, k esconden sus buenas intenciones en bromas y palabras ariscas...
Todo tipo de criaturas se encontraban alli, seres k como el, se habían sentido atraídos por la luz y la calidez k emanaba la hoguera, y que con el tiempo habían conformado una gran y cautivadora familia.
La lumbre parecia alimentarse con las energías k alli se liberaban, y aunk de cuando en cuando alguien la alimentaba con una rama seca, el fuego no se intensificaba a su contacto, muy al contrario, eran las canciones , los chistes, y el jubilo de los enanos cada vez k terminaban una nueva creación lo k parecía alimentar con mas fuerza el brillo de la hoguera, un combustible k a todas luces parecía imperecedero .
De entre todos aquellos seres le llamaron la atención las doncellas de los Elfos, tan hermosas coma una gota de roció, y a la vez tan distinta de ninguna k el hubiese visto en toda su larga existencia.
Allí estaban también las dríadas y las Náyades y otros espíritus del bosque .
Las Ifrits danzaban sobre las lenguas mas altas de la hoguera, y los espíritus de la noche invitaba a bailar a los ángeles de las copas de las arboles.
Pero finalmente, Frorik ansió mas, y quiso adentrarse en el claro y formar parte de ellos.
Este pensamientos bullían en su cabeza, cuando de repente la hoguera parpadeo, pero no como la hacia siempre, sino como lo hace una vela cuando la mecha consume los últimos restos de cera, o el farol k aspira la ultima bocanada de aceite. Y Frorik tuvo miedo, quizás por primera vez desde k le arrancaron el corazón; y fue entonces cuando se decidió.
Tres días estuvo haciendo acopio de valor y pensando en k decir cuando se presentara a sus nuevos amigos, las sombras danzaban al compas de las ascuas de la lumbre, y Frorik se deslizó como un espectro de la noche, una sombra que pasa y se pierde en la memoria de los tiempos.
Todo sucedió en un instante. Zas!, apenas había pisado el claro, se hizo un silencio sepulcral, y súbitamente todo se desvaneció, dejando solo el efímero aroma de los rescoldos de una hoguera en una noche de verano.
Frorik suspiro , dejo caer los brazo y hundió sus raíces en el suelo, sollozo, y una vez mas hubiese llorado de tener lagrimas para hacerlo, pues mas k nada anhelaba tocar la luz, y ya ni la muerte podía apartar de su mente el cálido brillo de la hoguera.
Paso días allí, en silencio, rumiando su desdicha, hasta k un día de lluvia, a lo lejos, oyó de nuevo un rumor de risas y batir de palmas, y el coro de una lejana melodía.
Dura y penosa fue la 2nda caminata del kodama en pos de la chispa titilante, mucho mas penosa k la primera, pues ahora k había conocido la luz, el resto del mundo le parecía un lugar mas triste y gris k antes, inanimado, y mayor era su deseo por alcanzar la luz k lo esperaba y lo llamaba desde el fondo del claro.
Pero Frorik no desfalleció, y noche tras noche continuo su recorrido atravesando tierra y escarcha, soportando tormentas y relámpagos, pisando cieno y roca, hasta k finalmente alcanzo de nuevo la hoguera.
Allí estaban todos, como si nada hubiese ocurrido, y nada parecía haber cambiado.Sin embargo observó con curiosidad k en el mástil central k gobernaba la hoguera, donde antes se encontraban las colas de zorro se veia ahora una mascara.
La mascara le resultaba ligeramente familiar, era de madera, y tenia un enorme ojo central de donde partían varias ramificaciones k terminaban en otros mas pequeños, todos los ojos eran cuencas vacías, negrísimas, donde no se vislumbraba el fondo, "los ojos k vigilan en la noche" pensó para si, sin saber de donde le venia aquel pensamiento.
En esta ocasión Frorik no vacilo, se adentro con fuerza e ímpetu en el claro, y para su regocijo nada sucedió.La música continuó, y la llama ardió con mas fuerza aun.
Conversó con los hombres, escucho a los elfos , bromeo con las hadas y se intereso en las laboriosas tareas de los Gnomos y los Enanos, se embeleso con la belleza de las doncellas de los Elfos, y compartió añoranzas con las Nayades, Dríadas y demás espíritus del bosque, incluso cogió cierto cariño a los entrañables Trolls, pork el, mas k nadie llegó entender su naturaleza esquiva.
Los años pasaron, y aunk Frorik no podía descuidar sus obligaciones como guardian del Gran Bosque siempre encontraba un momento para volver al calor de la hoguera, a beber y cantar con sus peculiares amigos.
Fue entonces, cuando algunos de los gnomos y enanos mas curiosos, se alejaron de la hoguera jugando, correteando; y con ellos se llevaron ascuas k alimentaron con nuevas ramas , y otra gente vino a reunirse con ellos.
Pronto el bosque se lleno d nuevas hogueras, y el claro se ilumino como el cielo de los hombres en un dia de fiesta,( Frorik lo habia visto en alguna ocasión, cuando sus pasos le llevaban a la parte mas septentrional del Gran Bosque en en los lindes del Mundo abierto, allí donde se reunían los hombre y los elfos, y el olor a pólvora quemada lo inundaba todo).
Finalmente, un día la hoguera parpadeo como lo había hecho antañ,o tanto tiempo atrás, y Frorik k otrora había tenido miedo sonrió, pork sus ramas eran fuertes y sus raíces profundas y aunk su savia era vieja, tenia el don de la sanacion y estaba preparada para una larga caminata.
Pensó una vez mas en su juventud en sus primeros compañeros, y en su otra corteza, en como lo perdió todo y en como había vuelto a recuperar, si acaso, una pequeña chispa de lo k fue, y entonces, su labio se torció, y se volvió en aquella sonrisa triste de siempre, y suspiro como solía hacer.
Muchos lo vieron, pero ninguno capto el matiz k se escondía en esa mueca y en la transformación de su semblante, y la fiesta continuo, mientras Frorik, por fin, se dejo vencer , sucumbió al sueño k le venia persiguiendo desde hacia tantos, tantos años, y allí tumbado, con la cabeza apoyada en su colina, descanso por fin.
Moraleja: no hagais caminar al pobre Frorik k al final se nos keda en el sitio ;) [/b][/i][/color]